: CRECER

Desde que nacemos vivimos cambiando de piel.
La adolescencia, el primer trabajo, la independencia, la vida en pareja, aquella decisión que nos marcó la vida....
Cuando sucede, nuestro cerebro cruje, porque debe entender y asumir nuevos escenarios y circunstancias. Siendo los mismos, vamos convirtiéndonos en otros. Crecemos como seres humanos.

La vida es una balanza a veces compensada y a veces descompensada, entre la rutina y la ilusión, entre repetir lo enseñado y conocido y alcanzar lo deseado y anhelado.
La rutina sirve para dormir. La ilusión para soñar.

Lo que nos hace crecer, es vivir siendo nuestros propios tenderos, pesando diariamente la vida, en esa balanza. Lo que nos hace crecer, es la búsqueda del bien propio y del bien común, germinado en libertad, sin ofrecimientos, ni respaldos, sin imposiciones ni fanatismos, simplemente por decisión propia, con sus equivocaciones, errores, reflexiones, aceptaciones y perdones que ello conlleva, pero eso si, desde nuestra única y sola decisión, desde el interior de uno mismo, girando nuestra vista hacia dentro y descubriendo que mucho de lo que anhelamos esta allí, y que si decidimos luchar por ello, somos responsables únicos, de lo que suceda en la batalla, gane quien gane.Somos dueños y amos de nuestros propios pensamientos y actos.
Que se crece desde la aceptación del éxito o el fracaso, desde las caídas, con heridas a veces mortales y otras simplemente rasguños, desde las decisiones tomadas con todas sus consecuencias y aceptadas para bien o para que nos sirvan de lección. Para crecer.

Sólo cuando esto ocurre, empezamos a ser individuos individuales, empezamos a crecer. Unos lo hacen en plena adolescencia o juventud, otros ya con cierta edad. Si bien es verdad, que el verdadero crecimiento empieza cuando abandonamos el nido y empezamos a tomar decisiones, a asumir responsabilidades a tejer los hilos de nuestra propia vida, a crear nuestra propia familia, también es verdad que, hay quien empieza antes de abandonar la casa paterna, que no a los padres, los hay incluso algunos que se han crecido,en orgullo y en ego, que no crecido, impidiendo el de sus propios padres, pero también los hay que no crecen nunca, ni siquiera en su propio nido, no acaban de romper el cordón umbilical, siguen metidos bajo las inmensas alas de protección,esas que un día nos cobijaron, o bien bajo las nuevas alas con las que han decidido cobijar a sus propios polluelos, porque siempre hay alguien que piensa, resuelve, decide, asume, unas veces con permiso y otras sin el, incluso a veces habla por ellos.

Si no creces como persona, si vives sin decidir por ti mismo, tu vida la conducen respuestas ajenas. En este barco, que es la vida, tus velas se mueven con brisas, ventoleras y huracanes de otros y pierdes tu propio rumbo.

El poder contestar, callar, decidir o ignorar, aceptar o rechazar, ir, venir, volver o terminar, sin estar sometidos o manipulados, además de crecer como personas, activa nuestra responsabilidad y dignidad como seres humanos.